La problemática estratégica actual está dominada por la creciente proyección de China, que busca asegurar en el Índico sus líneas de comunicación marítimas, especialmente las de transporte de energía, entrando en competencia con los intereses de India y EE.UU.. El Estrecho de Malaca es un punto de estrangulamiento clave en el tránsito marítimo entre China y el Índico, que conlleva una fuerte vulnerabilidad, por lo cual China está buscando diversificar su acceso al Índico y a Eurasia, al tiempo que refuerza el componente naval que acompaña su presencia económica.
Uno de los principales proyectos para lograr este objetivo es la Ruta de la Seda, un plan estratégico de ramificaciones geopolíticas y económicas. También denominada "Iniciativa de la Franja y la Ruta" (OBOR o BRI por sus siglas en inglés), ésta comenzó a desarrollarse en 2013 y fue relanzada en 2019. La misma tiene como objetivo unir los continentes asiático, europeo y africano a través de una serie de corredores económicos, que involucran grandes inversiones en infraestructura, financiados por el Asian Infrastructure Investment Bank: redes de carreteras, líneas férreas, cables de fibra óptica, oleoductos y puertos.
La Iniciativa de la Ruta de la Seda tiene un capítulo marítimo, que se articula con dos ramales continentales que conectan las regiones interiores de China con el océano Índico a través del Sur de Asia: el Corredor Económico China-Pakistán y el Corredor Económico China-Myanmar. Ambos modifican de manera sustancial la geografía estratégica de la zona, al proveer por primera vez una conexión directa entre China y el Índico.