Un debate clave sobre amenazas estratégicas globales y los desafíos para hemisféricos
Junto a la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba (FHRC), la Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF) reunió a expertos internacionales para analizar los desafíos que enfrenta América Latina en relación con el crimen transnacional en un conversatorio titulado “Amenazas complejas a la seguridad democrática del hemisferio occidental”.
El conversatorio fue presentado por el Dr. Julio Spota, rector de la UNDEF, y el director de la FHRC y analista político, Hugo Acha. Durante la apertura Spota destacó la importancia de reconocer que, en Sudamérica, los fenómenos de inseguridad y violencia no solo tienen un impacto local, sino que afectan la estabilidad y el desarrollo de toda la región. Subrayó cómo el crimen organizado y sus vínculos con actores transnacionales complican los esfuerzos por abordar las amenazas desde una perspectiva de seguridad integral. Además, mencionó que los actores criminales han sabido adaptarse a las nuevas dinámicas globales, lo que exige una transformación profunda en las políticas de seguridad de los países latinoamericanos. En este contexto, la cooperación regional y la convergencia de esfuerzos entre las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad es esencial para afrontar de manera efectiva los desafíos actuales, que requieren de una estrategia colaborativa y flexible para hacer frente a los grupos de crimen organizado que operan a nivel transnacional. Resumió su introducción en una idea donde se conjugaron geopolítica y estrategia: “en un mundo globalizado e híper conectado las amenazas trasnacionales demandan cooperación internacional”.
A continuación, la exposición de Hugo Acha se centró en las características y dinámicas del crimen organizado transnacional en América del Sur. Acha abordó específicamente el impacto de estas redes criminales en las fronteras nacionales y su capacidad para adaptarse y expandirse frente a las acciones de los Estados. Destacó el rol del narcotráfico como eje articulador de actividades ilícitas, así como el uso de rutas fluviales y marítimas para la exportación de estupefacientes hacia mercados internacionales, particularmente Europa. Según Acha, «la diversificación de las actividades delictivas, como la fabricación de armas mediante tecnología 3D y el uso de submarinos en el transporte de drogas, evidencia un nivel de sofisticación y expansión alarmante por parte de estas organizaciones«.
Esta apreciación forma parte de un consenso general entre los expositores quienes señalaron que las organizaciones criminales no solo han diversificado sus actividades ilícitas, sino que también han logrado establecer rutas transnacionales de gran complejidad que conectan a varios países, lo que hace aún más difícil su persecución.
El primer panel contó con la exposición virtual del Dr. David Spencer desde El Salvador mediante videoconferencia. David Spencer abordó la vigencia de la doctrina de Mao, el terrorismo y el crimen transnacional, señalando que la prevalencia de ciertas formas de lucha depende de la correlación de fuerzas en un momento histórico. Explicó que durante la Guerra Fría, muchos grupos revolucionarios se centraron principalmente en la guerra de guerrillas debido a que otras formas de lucha se les habían cerrado. Sin embargo, a medida que avanzaba el tiempo y se abrían otros espacios, como el de las democracias, estos grupos comenzaron a abandonar la lucha armada y adoptaron formas de lucha vinculadas a la política y la actividad económicas.
Spencer destacó que, a partir de la caída de la Unión Soviética y la reducción del apoyo a Cuba, los grupos insurgentes tuvieron que buscar financiamiento por sí mismos. En particular, mencionó que, en 1982, durante la séptima conferencia de las FARC, se tomó la decisión de buscar recursos de los narcotraficantes que operaban en sus zonas de control. Este modelo, que combinaba lucha armada y financiamiento ilícito, se expandió más allá de América Latina, encontrando paralelismos con las marchas y la violencia observadas en Estados Unidos en 2020. Según Spencer, este modelo de protesta social financiada por actividades ilícitas y apoyada por grupos armados comenzó en Bolivia con los cocaleros y fue la nueva fórmula de lucha adoptada por diversos grupos insurgentes.
La intervención de Spencer resaltó cómo las dinámicas de lucha han evolucionado y cómo los grupos violentos se adaptan a los cambios políticos y económicos del contexto global.
A continuación, tuvo participación el reconocido productor de cine y televisión mexicano Eduardo Verástegui (productor de la película «Sound of Freedom»), quien analizó la trata y el tráfico de personas como amenazas a la seguridad destacando varias acciones clave necesarias para enfrentar este flagelo. En primer lugar, subrayó la importancia de fortalecer la cooperación regional e internacional, especialmente entre los países latinoamericanos, aunque señaló que aún hace falta avanzar en áreas como el intercambio de inteligencia, la coordinación en investigaciones y la realización de operativos conjuntos para desmantelar redes de tráfico transnacionales. Verástegui destacó el reciente acuerdo firmado entre Argentina y Paraguay, que incluye 27 acciones concretas en la lucha contra la trata y el control de fronteras. Para concluir, insistió en la necesidad de ampliar los indicadores de situaciones de trata y mejorar las estrategias de detección temprana. Recalcó que es fundamental impulsar el uso de nuevas tecnologías para crear sistemas eficientes que permitan identificar rápidamente a las víctimas, al tiempo que abogó por la capacitación de funcionarios de migración, fuerzas de seguridad y personal judicial en la detección de señales de trata y en la intervención temprana.
A su turno, el Lic. Fabián Calle, en su intervención, exploró las implicancias de la nueva bipolaridad mundial, marcada por la competencia entre Estados Unidos y China, y su impacto en América Latina. Calle resaltó que el gobierno argentino percibe al mundo como bipolar, y que, dada su proximidad geopolítica y la influencia histórica de Estados Unidos en la región, América Latina sigue siendo un eje clave para la seguridad nacional de este país. A lo largo de su exposición, afirmó que, desde finales del siglo XIX, Estados Unidos consideró a América Latina como una zona segura, sin grandes amenazas militares externas y reflexionó sobre la estrategia estadounidense hacia la región, que históricamente ha oscilado entre políticas más proteccionistas y otras de carácter más intervencionista, especialmente al ver crecer la influencia de potencias rivales. Calle concluyó que la región, ante el avance de la bipolaridad mundial y el creciente protagonismo de China, se enfrenta a nuevas dinámicas geopolíticas que desafían su histórica relación con Estados Unidos.
En su exposición, el Lic. Erik Foronda abordó las amenazas asimétricas que emanan de actores no estatales y capacidades desproporcionadas como el terrorismo, los ciberataques y las insurgencias, destacando cómo estas estrategias afectan la estabilidad regional. Analizó particularmente el modelo operativo del régimen cubano, que sigue patrones preestablecidos adaptados a cada país mediante agentes de influencia. Según Foronda, estos agentes —quienes pueden ser ministros, alcaldes o incluso presidentes— son piezas clave utilizadas por el régimen para consolidar su presencia y extender su alcance a través de iniciativas como las brigadas médicas cubanas.
Foronda señaló que este esquema no solo busca proyectar poder blando, sino que también opera como un mecanismo de control y recolección de inteligencia. La Fundación de Derechos Humanos en Cuba ha documentado más de 100 investigaciones que identifican patrones recurrentes en la implementación de estas estrategias, evidenciando cómo el régimen adapta su enfoque según el contexto local. Este modelo representa un desafío único para las democracias de la región, al combinar elementos humanitarios con objetivos políticos y de influencia estratégica.
La jornada continuó con la presentación de Maibort Petit, reconocida por su experiencia en geopolítica y crimen organizado, centró su exposición en Venezuela, subrayando el impacto del régimen en el crimen transnacional. Según afirmó, «Venezuela es una amenaza hemisférica». Explicó cómo el chavismo consolidó un modelo político basado en la coordinación de tres pilares principales: las Fuerzas Armadas, las estructuras policiales y las comunidades organizadas, articuladas para sostener el poder del régimen. Petit destacó que el desarrollo de las milicias como quinto componente de las Fuerzas Armadas Bolivarianas y la transformación del Estado hacia un modelo comunal son elementos clave que incrementan la influencia del régimen dentro y fuera de Venezuela. Asimismo, enfatizó que estos mecanismos no han sido suficientemente analizados, pese a su relevancia como amenaza regional.
La periodista subrayó también el papel del régimen en la exportación de economías ilícitas y criminalidad, incluyendo el tráfico de drogas, oro y recursos energéticos, además de la expansión de organizaciones como el Tren de Aragua. Estas redes criminales, afirmó, operan no solo en Venezuela sino también en ciudades como Nueva York, donde se vinculan con delitos como la trata de personas y la prostitución infantil. Petit advirtió que estas estructuras están diseñadas para aprovecharse de los vacíos legales y operar bajo la sombra, financiadas en parte por impuestos de ciudadanos estadounidenses que, de manera indirecta, terminan beneficiando al régimen de Nicolás Maduro.
La mirada europea estuvo a cargo de Caroline Nordengrip, exparlamentaria sueca y oficial del Ejército del Reino de Suecia, quien compartió un testimonio personal sobre su decisión de abandonar la política para unirse a las fuerzas armadas en defensa de Ucrania. Relató cómo, tras escuchar al embajador ucraniano en Suecia describir la crítica situación al inicio del conflicto, decidió actuar sin demora. Apenas una semana después, ya se encontraba en Ucrania como voluntaria, sirviendo en la región de Kiev durante seis semanas antes de regresar a Suecia para cumplir con sus compromisos parlamentarios. Además de su experiencia en el campo de batalla, Nordengrip ofreció un análisis reflexivo sobre los efectos de las acciones militares de Rusia en el conflicto, destacando las dificultades inherentes a plantear un proceso de paz ante un actor cuyas estrategias parecen orientadas a la consolidación de una hegemonía territorial y geopolítica en detrimento de las normas internacionales.
En el cierre del conversatorio, el rector Julio Spota destacó la gravedad de las problemáticas internas que enfrenta Sudamérica, que a menudo quedan opacadas por los conflictos bélicos en otras partes del mundo. «Sudamérica se desangra por dentro«, afirmó, aludiendo a la inseguridad y la violencia que aquejan a la región, exacerbadas por el crimen organizado y la corrupción. Spota subrayó la necesidad de repensar la estrategia de defensa de la región, especialmente en un contexto global donde las amenazas son cada vez más complejas y escapan a la concepción de guerra convencional entre estados, propia del siglo pasado.
Aunque reconoció que el conflicto entre Rusia y Ucrania muestra que la guerra entre naciones no ha desaparecido, insistió en que América Latina, como zona de paz entre estados, enfrenta nuevos desafíos originados por el crimen organizado, el terrorismo y sus vínculos con otros estados. Estos fenómenos, según Spota, representan amenazas inéditas que exigen una preparación diferente, ya que se está entrenando a las fuerzas para enfrentar guerras del pasado, conflictos que creemos que no ocurrirán.
El rector también hizo un llamado a actualizar el vocabulario y los enfoques utilizados al abordar los problemas de seguridad. Enfatizó que es crucial ganar exactitud en nuestros pronunciamientos y ser capaces de leer los desafíos estratégicos actuales, además de intentar vislumbrar los del futuro, que siempre es incierto, enigmático y, sobre todo, sorprendente. Como ejemplo de esta incertidumbre, Spota mencionó el ataque sorpresa en Israel el 7 de octubre del año pasado, un evento que mostró de manera dramática que el signo de los tiempos es, precisamente, la incertidumbre.
Concluyó que las categorías empleadas para analizar los problemas de seguridad nacional e internacional deben actualizarse no por un capricho teórico, sino porque la realidad demanda que contemos con herramientas de intervención intelectual acordes a la complejidad de los fenómenos que estamos observando.
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