Antártida Argentina, una estrategia donde urge el tiempo

Marcelo A. Rozas Garay, ex Secretario de Estrategia y Asuntos Militares del Ministerio de Defensa

La presencia ininterrumpida de Argentina en la Antártida desde 1904 constituye una de las pocas políticas de Estado sostenidas a lo largo del tiempo, preservada, con avances y retrocesos, de los vaivenes políticos e institucionales. Su valor en el escenario internacional es innegable y representa una historia de proezas y esfuerzos silenciosos de políticos, diplomáticos, militares, científicos y héroes argentinos, muchos anónimos, que, desde la visión de Julio A. Roca, lograron que nuestra bandera flamee ininterrumpidamente desde el 22 de febrero de 1904.

A más de ciento veinte años, debemos preguntarnos si alcanza con celebrar la historia o si ha llegado el momento de definir una nueva estrategia que, con visión renovada, siente las bases de una política antártica moderna. El Tratado Antártico nos concede tiempo, pero sabemos que ese tiempo no es infinito. Ha llegado la hora de construir lo que aspiramos ser, con ideas innovadoras y acción sostenida.

Aunque Argentina no sea el actor decisivo en las futuras discusiones, la inacción y la falta de políticas claras nos hacen perder la ventaja histórica frente a quienes comprenden que el futuro se construye, no se espera ni se observa pasivamente. Las campañas de verano exitosas y la cantidad de bases no deben adormecernos: nuestra presencia requiere un replanteo estratégico profundo y sostenido que valore a la Antártida no solo como fuente de recursos naturales, sino también como un área esencial para la proyección bioceánica argentina y para la seguridad marítima regional en su dimensión más amplia y perdurable.

El primer cambio cultural será dejar de concebir la Antártida como una simple “campaña” y entenderla como un espacio permanente de desarrollo y futuro, tal como imaginó el Almirante Brown al navegar sus aguas. Debemos inspirarnos en figuras como José María Sobral, Jorge Leal, Mario Olezza, Hernán Pujato, Julián Irizar y Gustavo Argentino Marambio, pero proyectar hacia adelante.

Roca entendió que pensar el futuro implicaba fundar ciudades, construir caminos, ferrocarriles y presencia militar para afirmar soberanía. Hoy, la Antártida Argentina necesita recursos para modernizar su infraestructura, desarrollar bases tecnológicas, logística anual, transporte aéreo y terrestre de última generación, y una política científica innovadora que incorpore al sector privado bajo conducción estatal.

Urge consolidar el Polo Logístico Antártico y fortalecer el eje Ushuaia–Base Petrel, como plataforma de liderazgo operativo y cooperación internacional. Este liderazgo reforzará los fundamentos históricos de nuestra presencia: la contigüidad geográfica, la ocupación permanente y la labor científica sostenida
por más de un siglo.

La Antártida Argentina debe ser concebida como un activo estratégico, vinculado al Atlántico Sur, verdadero nervio central de la economía mundial y punto clave de unión entre tres continentes. Su valor geoestratégico es esencial para el control de las rutas marítimas y la seguridad de nuestra Nación. Es tiempo de adoptar políticas claras, duraderas y coherentes con esa visión.

Estamos convencidos de que es el tiempo de adoptar políticas claras respecto de nuestra Antártida Argentina.

Marcelo A. Rozas Garay
Ex Secretario de Estrategia y Asuntos Militares
Ministerio de Defensa