Amenazas a la seguridad internacional: instrumento militar y diplomacia de defensa en la era Milei

Por Sebastián Vigliero, Coordinador de Análisis Internacional. Dirección de Política Internacional, Secretaría de Asuntos Internacionales para la Defensa. Ministerio de Defensa de la República Argentina.

Las características de la seguridad internacional actuales replantean el uso del Instrumento Militar. Somos testigos de un mundo en conflicto y de renovados usos en el arte de la guerra. Según el último informe anual del Instituto para la Investigación de la Paz de Oslo, el número de conflictos violentos pasó de 35 en 2013 a 60 en 2024. El conflicto —por si había alguna duda— llegó para quedarse.

El mundo asiste a una “transición estratégica”. Algunos de sus rasgos son: polarización a partir de un orden de tipo “multipolar” —EE.UU., Europa, Rusia, China e India, entre otros— y/o una reedición del “bipolarismo” expresado en el siglo XX —EE.UU. vs. China—. En cualquier caso, se trata de expresiones de “competencia geopolítica” que se traducen en “guerras de envergadura”. Pero el orden internacional establecido después de la Segunda Guerra Mundial y basado en determinadas reglas permanece bajo presión y revisión, sumado a procesos emergentes y transversales que atraviesan a los Estados —el orden “no polar”—, lo cual derivará, inexorablemente, en un cambio de época más turbulenta.

En el ámbito de la seguridad internacional, dichos procesos se desarrollan en un entorno terrestre, aeroespacial y espacial, marítimo-fluvial, electromagnético y de ciberdefensa. Requieren —y requerirán— respuestas en el marco de la cooperación internacional.

Hoy asistimos a un reverdecer de la “amenaza clásica” del conflicto armado y, en algunos casos, a una acción “efectiva”, donde la conquista territorial vuelve a estar a la orden del día —como en la invasión de Rusia a Ucrania. Proliferan, una vez más, las tan mentadas “nuevas amenazas” que comenzaron a proyectarse hacia el final de la Guerra Fría: nuevas formas de terrorismo transnacional, tráfico ilícito de drogas, crimen organizado, proliferación de armas de destrucción masiva (particularmente químicas, biológicas y nucleares), nacionalismos exacerbados, xenofobias, entre otras.

Se advierten también “nuevas tecnologías” —en particular la biotecnología, la informática cuántica y la inteligencia artificial— que, si bien transforman directamente las formas de vida, generan riqueza y posibilitan nuevos modos de relacionamiento social, también resultan funcionales a la guerra. Es decir, cumplen una función dual. ¿Sus principales blancos? Las “infraestructuras críticas”, como las redes eléctricas, las telecomunicaciones y las bases de datos que sostienen el funcionamiento cotidiano de las sociedades.

Vale decir: estas infraestructuras se convierten en objetivos de sabotaje a oleoductos, centrales nucleares y sistemas de comunicación, afectando el suministro energético y la provisión de internet. Ejemplos no faltan. Este tipo de guerras adopta un formato “híbrido”, que combina técnicas militares tradicionales con acciones cibernéticas y operaciones de desinformación impulsadas por gobiernos o actores no estatales. Buscan incidir en las sociedades y sus instituciones. Son también guerras de propaganda y de dominio cognitivo.

Existen además amenazas que provienen de la propia naturaleza, de la que nunca podremos escapar del todo y que estamos obligados a enfrentar: los desafíos climáticos, la alteración del medio ambiente, las enfermedades, los contagios —como el caso del Covid-21— y las catástrofes naturales, producto de sismos, incendios u otras causas.

Por último, el conflicto ya se proyecta más allá de nuestro planeta. Se traslada al espacio exterior, donde prolifera la competencia por recursos ultraterrestres, las comunicaciones satelitales y la exploración —y eventual conquista— de otros cuerpos celestes.

O sea, todas estas amenazas y conflictos mencionadas discurren en uno u otro a través del aire, la tierra, el agua, el espectro electromagnético como cibernético y el espacial.

Argentina: amenazas y rol del Instrumento Militar

Veamos cómo este ecosistema de conflictividad afecta a nuestra Defensa Nacional y qué respuestas está dando en la actualidad. El Instrumento Militar argentino constituye la primera línea de defensa cuando alguna de las amenazas mencionadas intenta alterar la seguridad nacional. En cuanto a su misión primaria, las Fuerzas Armadas están hoy abocadas a la irrenunciable protección del territorio nacional, su espacio aéreo y el mar que lo circunda.

Es clave readecuar el marco normativo de Defensa y adaptar los usos del Instrumento Militar para colaborar con la seguridad interior, sin perjuicio de alterar la misión principal de las Fuerzas Armadas. Sabemos que la Defensa no debe escatimar esfuerzos del Estado a la hora de dar respuestas. Un ejemplo es la “Operación Roca”, donde las Fuerzas Armadas, junto con las Fuerzas de Seguridad, refuerzan las fronteras.

En la Zona Económica Exclusiva (ZEE), nuestras FFAA mantienen una vigilia estratégica para proteger el Atlántico Sudoccidental —lo que incluye, obviamente, las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y los espacios circundantes—. Esto se realiza mediante patrullajes de la aviación naval y unidades de la Flota de Mar en la milla 200. También se busca resguardar la comunicación marítima entre el Pacífico y el Atlántico Sur, un enclave crucial que representa uno de los pasos bioceánicos más importantes del mundo —después del Canal de Panamá.

En materia aérea, el Sistema Nacional de Vigilancia y Control Aeroespacial, la Fuerza Aérea Argentina custodia una gran superficie de potenciales amenazas proporcionadas a manos de vuelos no identificados, drones y del espectro de comunicaciones y señales electromagnéticas, entre otros. Cobra relevancia el Comando Conjunto Aeroespacial, donde la incorporación de capacidades de vigilancia y de medios supersónicos, así como el esfuerzo mancomunado que el Ejército y la Armada permiten desplegarse en semejante geografía.

Asimismo, la Fuerza Aérea cumple una valiosa tarea de transporte de tropas a misiones nacionales e internacionales —traslado a la misión de la ONU en Chipre— y en las operaciones de evacuación de connacionales en el exterior en situación de riesgo —en Israel, 2023—.

En casos de emergencia nacional, las FF. AA. cumplen un rol determinante en el Sistema Nacional de Gestión Integral del Riesgo (SINAGIR), que se traduce en incendios forestales, inundaciones, pandemias, etc. Recientemente, la asistencia tanto en la emergencia de los incendios forestales en el Sur de nuestro país, sumada a la ayuda efectuada en las inundaciones en el Sur de Brasil en 2024 y en Bahía Blanca en 2025, así como también la campaña sanitaria fluvial desplegada habitualmente, dan cuenta de ello.

Es determinante la presencia en la Antártida, apoyando la actividad científica y contribuyendo al sostenimiento logístico, brindado a partir de las campañas anuales. En este sentido, vale destacar la tarea de abastecimiento del Comando Conjunto Antártico en las bases —ej. Marambio, Petrel, San Martín, Belgrano II y otras— y el apoyo a la política antártica que significa para nuestra política exterior.

Por último, y en un dominio muy distinto, Argentina es blanco de ataques en materia cibernética que se producen contra nuestro sistema de defensa y que obligan a desarrollar respuestas a través de la ciberdefensa y ciberguerra. Al respecto, el Comando Conjunto de Ciberdefensa está abocado a vigilar y anticipar ciberataques.

El entorno de cooperación internacional de la defensa

Teniendo en cuenta el panorama anteriormente descripto, y considerando que, a la hora de enfrentar las amenazas multidimensionales que afectan la paz y la estabilidad internacional, hoy nadie se salva solo. Las alianzas, cada vez más, constituyen instancias donde se suman esfuerzos. Allí es donde nuestra Defensa también tiene una misión y un rol que ofrecer a la hora de contribuir al orden internacional.

El Ministerio de Defensa tiene como premisa dar un salto de calidad en la modernización y el adiestramiento de las FF. AA. Esto se ampara en cuatro pilares: el primero, abocado a diseñar una apropiada estrategia militar con un uso de la fuerza —disuasiva u ofensiva— acorde a las capacidades y a los medios; el segundo, asentado sobre la necesidad de equipamiento militar, renovación y adquisiciones de sistemas de armas y tecnología, así como la producción para la defensa; el tercero, reposa en una logística operativa capaz de dar sostenimiento al empeño de medios destinados a distintas misiones —un claro ejemplo: las campañas antárticas y la incorporación presente y futura de aviones C-130 y/o modelos alternos—; mientras tanto, el cuarto pilar está vinculado a las misiones subsidiarias de las FF. AA. —las operaciones de paz y la asistencia en la emergencia, entre otras—.

Estos cuatro pilares interactúan, a su vez, con un quinto pilar: la esfera de los asuntos internacionales para la defensa, encargada actualmente de articular nuestra defensa y su Instrumento Militar con el mundo. Este pilar es el ámbito donde se piensa y diseña política estratégica a partir de la participación de las FF. AA. en alianzas internacionales, la conexión de las empresas del complejo militar-industrial con cadenas de valor mundial y la vinculación de los organismos científico-tecnológicos de la defensa. De allí la relevancia de aumentar los ejercicios combinados, el despliegue y la participación en las misiones de paz, promover los acuerdos y mecanismos, así como otorgarles un rol activo a las agregadurías, las misiones logísticas y a las diferentes delegaciones que el Ministerio de Defensa mantiene en el exterior.

En este marco, cabe destacar que la cooperación en materia de defensa no solo se da entre Estados, sino también con organismos internacionales, como las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos (OEA) o el Comité Interamericano contra el Terrorismo (CICTE), entre otros. Argentina es un actor relevante en estas instancias y mantiene una participación activa en los foros multilaterales vinculados a la seguridad internacional, el desarme, la no proliferación y las operaciones de mantenimiento de la paz.

El fortalecimiento de la cooperación regional también es prioritario. Las relaciones bilaterales y multilaterales con los países del Cono Sur y de América Latina contribuyen a la generación de confianza mutua, la resolución pacífica de controversias y el desarrollo de capacidades conjuntas para enfrentar amenazas comunes. En este sentido, el Consejo de Defensa Suramericano (CDS) y la Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas (CMDA) son espacios claves para consolidar la identidad regional en materia de defensa.

La participación activa de la Argentina en ejercicios combinados —como el “Arandú” con Brasil, el “Solidaridad” con Chile o los ejercicios navales en el Atlántico Sur— refuerza la interoperabilidad y las capacidades militares nacionales, al tiempo que incrementa la inserción del país en el sistema internacional. Estos ejercicios, además, permiten evaluar la eficacia de los sistemas de armas, probar nuevas doctrinas y fortalecer la profesionalización de las Fuerzas Armadas.

La Defensa como política pública del Estado

En un mundo en transformación, la Defensa debe ser pensada y organizada como una verdadera política pública del Estado, más allá de los cambios de gobierno. Es necesario consolidar una visión estratégica de largo plazo, acompañada de consensos políticos y sociales amplios, que reconozca a la Defensa como un componente esencial para la soberanía, el desarrollo y la proyección internacional de la Argentina.

Ello implica también fortalecer el Sistema de Defensa Nacional, promoviendo la articulación entre el Ministerio de Defensa, las Fuerzas Armadas, el sistema científico-tecnológico, la industria para la defensa y la comunidad educativa. En ese marco, la Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF) cumple un rol clave, al formar profesionales civiles y militares en temas estratégicos para la Nación y fomentar la investigación y el pensamiento crítico en torno a la defensa y la seguridad internacional.

En definitiva, en un escenario global signado por la incertidumbre, los conflictos multidimensionales y la creciente competencia geopolítica, la Argentina debe afianzar su autonomía estratégica, potenciar sus capacidades disuasorias, fortalecer sus vínculos internacionales y reafirmar su vocación pacífica y cooperativa. La Defensa Nacional no solo se trata de prepararse para la guerra, sino, fundamentalmente, de construir las condiciones para preservar la paz.