La defensa nacional en clave de siglo XXI

Por Mesa Editorial de la Revista FORTÍN\

El Subsecretario de Planeamiento Estratégico y Política Militar, brigadier retirado, veterano de Malvinas y licenciado en Ciencia Política, Vicente Luis Autiero, observa con preocupación cómo la defensa nacional sigue anclada en marcos que no dialogan con la dinámica del presente.

En su despacho del Ministerio de Defensa, repasa los desafíos que enfrenta el instrumento militar argentino y plantea la necesidad de repensar sus funciones, capacidades y legitimidad social en un entorno donde las amenazas ya no se presentan de forma convencional.

“Persisten miradas que limitan la defensa nacional a la guerra entre Estados, cuando los riesgos actuales son mucho más diversos y difusos”, plantea Autiero. La frontera norte, los espacios marítimos, las regiones de interés estratégico como la Patagonia o los corredores bioceánicos son, para él, escenarios de disputa donde el Estado llega con debilidad o, directamente, no llega. Allí se abren paso actores ilegales, intereses foráneos o dinámicas desreguladas que la defensa tradicional no termina de abarcar.

En ese contexto, el instrumento militar se encuentra ante un dilema: continuar encerrado en una doctrina que no lo prepara para actuar, o adaptarse —desde la legalidad democrática— a nuevas formas de intervención estatal. “El uso de la fuerza debe seguir siendo excepcional, pero eso no significa inacción. Hay funciones que no implican represión ni control interno, sino protección de soberanía y apoyo a otras agencias del Estado”, explica.

Autiero no oculta su preocupación por la falta de continuidad en el planeamiento estratégico. “Cada cambio de administración implica volver a discutir lo ya acordado. El planeamiento no es una agenda técnica: es una política de Estado. Y sin consenso mínimo sobre qué entendemos por defensa nacional, todo queda sujeto a vaivenes”, afirma.

Las Fuerzas Armadas, dice, no están al margen de ese debate. Se han adaptado a marcos de transparencia, profesionalismo e integración conjunta. Pero esa transformación, que se aceleró con la creación del Estado Mayor Conjunto, aún no logra articularse plenamente con otros sectores del Estado. “Seguimos con estructuras del siglo XX para problemas del XXI. Necesitamos mecanismos reales de acción interagencial, y eso exige una visión compartida, no solo en el Ministerio de Defensa, sino en toda la administración pública.”

El obstáculo no es solo organizativo. También es cultural. “Todavía hay una carga simbólica que impide discutir la defensa sin que aparezca el fantasma del pasado. Y a la vez, hay sectores que prefieren ignorar que la defensa existe como función esencial del Estado. El resultado es parálisis.”

Malvinas, legitimidad y presente estratégico

La experiencia de Malvinas no opera para Autiero como pasado cerrado, sino como una referencia viva. “Lo que se puso en juego en 1982 fue la defensa territorial ante una amenaza real. Eso marcó a generaciones de militares, pero también nos obliga a pensar qué significa hoy ejercer soberanía.” La defensa del Atlántico Sur, la vigilancia de espacios marítimos, la protección de recursos naturales, son parte de esa agenda.

En ese marco, la adquisición de medios como los F-16 no se explica sólo por razones operativas. “Tienen un efecto simbólico, sin duda. Pero también representan una decisión política: volver a integrar a la Argentina en circuitos estratégicos de los que había quedado aislada.”

Para Autiero, el punto central no es la tecnología en sí, sino lo que revela. “No se trata de tener más aviones o más buques, sino de entender para qué los queremos. La defensa no es un lujo ni un gasto residual. Es una condición para que el país pueda sostener decisiones soberanas en un mundo cada vez más condicionado por actores no estatales y por lógicas de presión económica o geopolítica.”

La defensa no es un lujo ni un gasto residual.
Es una condición para que el país pueda sostener
decisiones soberanas en un mundo cada vez má
condicionado por actores no estatales y por
lógicas de presión económica o geopolítica.

Sin estridencias ni gestos heroicos, Autiero insiste en que el verdadero desafío es político: construir legitimidad para que la defensa deje de ser un tema tabú o reservado a especialistas. “Sin respaldo social, no hay política de defensa que funcione. Pero ese respaldo se construye explicando, discutiendo y mostrando que la defensa también protege derechos.”