Pensando el 2048. Una doctrina geoestratégica aeroespacial antártica: de la periferia a la conectividad estratégica

Por Pablo Andrés Farías, Director del Centro de investigacion en  Inteligencia Estrategica de la UNDEF  y Docente de la Facultad Militar Conjunta

¿Qué pensamiento estratégico permitirá a la Argentina bicontinental convertir su posición geográfica en conocimiento y su conocimiento en poder real, articulando Antártida, Aeroespacio y soberanía funcional en una sola estrategia nacional?

La Antártida emerge en el siglo XXI como un espacio clave para la reconfiguración del equilibrio geopolítico global, convirtiéndose en un pívot geoestratégico cuya relevancia trasciende los límites tradicionales de la investigación científica. La confluencia de intereses ambientales, económicos, tecnológicos y de seguridad transforma al continente blanco en un laboratorio geopolítico, donde se anticipan las dinámicas del futuro orden internacional. 

Por ello, la comprensión de la Antártida como espacio geoestratégico requiere el análisis y la reinterpretación tanto las teorías geopolíticas clásicas, como las perspectivas contemporáneas de los nuevos dominios de poder: el aire, el espacio y la información

Ello a partir de una aproximación teórico-reflexiva, sobre el marco conceptual aplicable al diseño doctrinal del poder aeroespacial nacional en el área de interés, que ameritará la profundización de un desarrollo normativo-prescriptivo, marco epistemológico y desarrollo semántico de detalle que contribuyan a establecer el alcance y contenido de unaa propuesta teórica general.

En un entorno donde la incertidumbre es la norma y el poder se redefine en múltiples dominios interconectados -tierra, mar, aire, espacio y ciberespacio-, la Argentina debería consolidar un pensamiento estratégico autónomo-cooperativo que vincule sus intereses nacionales permanentes con la planificación de defensa como instrumento de soberanía funcional y desarrollo nacional.

La Antártida y el espacio ya no deben concebirse como periferias, sino como centros de gravitación cognitiva, política y tecnológica. Pensar el poder desde el Sur implica superar el paradigma de la dependencia y construir una mirada autónoma y propositiva. El desafío no es ocupar, sino proyectar; no conquistar, sino comprender; no reclamar, sino actuar con legitimidad y visión estratégica.

En esta dirección, una Doctrina Geoestratégica Aeroespacial Antártica (DGAA) propone una arquitectura conceptual y operativa que transforme la posición geográfica en ventaja estratégica y el conocimiento en soberanía efectiva.

Un abordaje aplicable a la Antártida en este entorno estratégico, concebido como laboratorio de poder hibrido, se basa en un modelo de competencia funcional más que territorial. Su objetivo es dominar el continuum aeroespacial con fines de conocimiento, presencia y cooperación; integrando la observación satelital, la movilidad aérea y la gestión del espacio ultraterrestre como instrumentos de soberanía científica y tecnológica. Este enfoque define un eje estratégico vertical que permite proyectar presencia, información y poder.

La transición epistemológica -del poder territorial al poder cognitivo- entre la geopolítica clásica europea y el pensamiento estratégico latinoamericano marca un punto de inflexión en la construcción del conocimiento geopolítico argentino.

Mientras los clásicos -Mackinder, Spykman y Douhet- formularon sus teorías desde la lógica del poder imperial y la competencia territorial, el pensamiento estratégico del Sur -representado por Prebisch, Jaguaribe, Guglialmelli y Escudé- emerge como una respuesta situada, orientada a la autonomía, la cooperación y el desarrollo endógeno como instrumentos de emancipación nacional.

Una DGAA no reproduce modelos externos: los reinterpreta desde una epistemología periférica activa que entiende la soberanía no como una instancia de control, sino como de emancipación cognitiva.

 

El 11 de abril de 1970, el Hércules C-130 matrícula TC-61 efectuó su el primer aterrizaje sobre base Marambio.

 

Más de medio siglo después de su creación, la Base Marambio -actualmente bajo la órbita del Comando Conjunto Antártico- continúa siendo el principal nodo logístico de la Antártida argentina y un verdadero laboratorio geoestratégico, donde convergen los principios de defensa, diplomacia y ciencia. Se trata de un punto de apoyo esencial para la proyección antártica; un enclave que materializa la continuidad del pensamiento geopolítico argentino.

Marambio simbolizó el ingreso de la Argentina en la era aeroespacial antártica: la construcción de la primera pista operativa permanente del continente no tuvo como objetivo la ocupación, sino la conectividad estratégica. Fue la unión del cielo con la ciencia, de la patria con su proyección austral y del presente con el porvenir.

Las distintas bases antárticas y capacidades operacionales-logísticas desplegadas materializan esta arquitectura de soberanía funcional: Marambio, como vector conectividad y proyección profunda; Petrel, como futuro nodo logístico integral; Belgrano, como símbolo del límite a proyectar; Carlini, como fortalecimiento de la capacidad científica, y Orcadas, como continuidad de un anclaje histórico, entre otras. Cada una representa un nodo del continuum Tierra–Aire–Espacio, donde el poder se ejerce a través de la capacidad de operar, investigar y asistir. En ese Sentido, la conquista de los llamados “Hielos Azules” representa la madurez estratégica y operacional argentina: la transición de una presencia periférica a una proyección activa profunda

Estas plataformas naturales -superficies de hielo compacto aptas para operaciones aéreas- simbolizan no solo el fin del aislamiento logístico antártico, sino también la consolidación de una nueva arquitectura de poder y proyección soberana; representan la capacidad de transformar condiciones extremas en oportunidades de conocimiento, presencia y cooperación. 

El aprovechamiento de estos activos estratégicos escasos posiciona a la Argentina como líder legítimo y cooperativo del hemisferio sur, al integrar la ciencia, la logística y la tecnología; un sistema de articulación de servicios que une el continente, el polo y los espacios orbitales de interés.

 

El desarrollo y la disponibilidad de posiciones relativas favorables equivalen a la consolidación de una soberanía funcional que gestiona la interfaz entre la geografía y este dominio operacional, el tránsito de una geografía estática a un espacio dinámico del poder; donde la información, la movilidad y la conectividad reemplazan a la ocupación como fuentes de influencia y autoridad soberana.

Una legitimidad y liderazgo, donde la soberanía funcional se ejerce mediante la prestación de servicios, la asistencia regional y la provisión de capacidades logísticas y tecnológicas al sistema internacional antártico.

Inspirada en Douhet, Gray y Dolman, la Geoestrategia Aeroespacial Antártica concibe el continuum Tierra–Antártida–Espacio como espacio de dominio unificado de proyección soberana. La Antártida deja de ser un punto remoto para convertirse en el vértice de un triángulo estratégico -Patagonia, Atlántico Sur y Órbita Polar- que articula ciencia, defensa y diplomacia tecnológica.

Gray concibió la estrategia moderna como integración multidominio; Dolman trasladó la geopolítica a la órbita terrestre. Desde la Argentina, esta visión se reinterpreta bajo un Sur Global: liderar desde la cooperación y dominar desde el conocimiento. En este esquema, la integración sudamericana -con Chile y Brasil, y la cooperación transversal con Sudáfrica, entre otros- conformarían un triángulo de proyección que reforzaría la conectividad logística, científica y diplomática sur-sur.  Este entramado regional consolidaría un liderazgo cooperativo, donde la soberanía se ejerce a través de la construcción de un conocimiento compartido e innovación tecnológica.

La autonomía cognitiva argentina constituye el corazón de esta doctrina. Es la expresión más alta de soberanía en el siglo XXI: la capacidad del Estado y su comunidad científica de pensar con instrumentos propios, definir agendas estratégicas nacionales y producir conocimiento sin dependencia epistemológica ni tecnológica.

Esta autonomía no es solo un valor intelectual, sino un recurso de poder. Implica dominar los lenguajes de la ciencia y la tecnología para convertirlos en herramientas de decisión soberana. En ese sentido, la autonomía cognitiva es la continuidad del principio de independencia política por otros medios: el conocimiento como instrumento de emancipación y el pensamiento como política de Estado.

Solo un país que piensa con sus propios marcos puede actuar con soberanía real; y solo aquel que produce su conocimiento puede proyectar su poder sin tutelas. La Doctrina Geoestratégica Aeroespacial Antártica se inscribe, así, en la tradición del pensamiento estratégico del Sur —de Prebisch a Guglialmelli—, que concibe la autonomía como una forma de poder estructural, cooperativo y emancipador.

La Doctrina Geoestratégica Aeroespacial Antártica no es únicamente una política de proyección, sino una declaración de independencia cognitiva y estratégica: la afirmación de que la Argentina posee el poder de nombrar, comprender y transformar el espacio desde su propio Sur.
Es, al mismo tiempo, un marco de pensamiento y una praxis de soberanía, donde el conocimiento se convierte en poder y la acción científica en legitimidad geopolítica.

En el horizonte de 2048, cuando se reevalúe el régimen del Tratado Antártico, la Argentina deberá afirmarse como referente cognitivo y logístico del hemisferio sur, con una presencia legítima, estable y cooperativa que combine soberanía científica, autonomía tecnológica y diplomacia de servicios. Solo así podrá transformar su condición bicontinental en ventaja estratégica global.

Una aproximación estratégica anticipativa implica construir hoy las condiciones del mañana: desarrollar tecnologías duales -civil y militar-, integrar de manera sinérgica las capacidades estatales -científicas y productivas- garantizando la continuidad institucional en torno a un propósito nacional sostenido.

 

Esta perspectiva transforma la planificación en una herramienta de consolidación tecnológica, cohesión interinstitucional y liderazgo operativo frente a un orden internacional en redefinición. Repensar la estrategia argentina desde el Sur es un acto de afirmación intelectual y política: una decisión de pensar el poder desde nuestra propia geografía y de proyectarlo desde el conocimiento. En este marco, la soberanía se entiende como conocimiento en acción: una práctica de inteligencia estratégica que vincula la ciencia con la decisión y la planificación con la autonomía.

La Doctrina Geoestratégica Aeroespacial Antártica no es solo una formulación teórica, sino un horizonte de acción que une conocimiento, poder y legitimidad; una síntesis de pensamiento y práctica que convierte a la Argentina en sujeto de su propio destino geopolítico. Su fortaleza reside en su coherencia epistemológica, al integrar geografía, ciencia y soberanía como dimensiones complementarias de un mismo poder nacional, y en su proyección ética, que propone ejercer poder sin dominación, liderar sin imponer y cooperar sin subordinarse.

En los hielos y en el espacio se define la capacidad de la Argentina para gobernar su propio destino y participar activamente en la gobernanza planetaria desde el conocimiento, la cooperación y la ciencia. El gran desafío del siglo XXI no es preservar la soberanía del presente, sino proyectar la del porvenir: una soberanía funcional, cooperativa y cognitiva, donde la geografía se transforma en visión, la visión en estrategia y la estrategia en destino.

En el marco de una estrategia nacional de largo plazo, el dominio aeroespacial se presenta como la opción más coherente, eficaz y decisiva para los intereses estratégicos de la República Argentina, porque permite trascender las limitaciones horizontales del poder territorial y proyectar soberanía en una dimensión horizontal y vertical -integral y continua

Desde una perspectiva epistemológica y doctrinaria, la Geoestrategia Aeroespacial Antártica (DGAA) sintetiza los fundamentos clásicos de la geopolítica -el control del núcleo (Mackinder) y de los bordes (Spykman)- con las concepciones contemporáneas del poder multidominio (Gray, Dolman), configurando un espacio de acción unificada entre la Tierra, la Antártida y el Aeroespacio. 

En términos políticos, el dominio aeroespacial representa el tránsito de la geografía a la cognición, de la frontera física a la frontera del conocimiento, posicionando a la Argentina como potencia del Sur Global capaz de ejercer un liderazgo autónomo y cooperativo. 

Por otro lado, estratégicamente, ofrece el desarrollo de capacidades soberanas de vigilancia, movilidad y comunicación a los espacios de interés asegurando continuidad de presencia, independencia tecnológica y legitimidad. 

En el campo operacional articula la ciencia, la defensa e industria bajo un modelo dual -civil y militar- que multiplica la eficiencia estatal y potencia la proyección nacional. Así, la DGAA se afirma no solo como doctrina de poder, sino como una estrategia de supervivencia inteligente y sostenibilidad soberana, que convierte la geografía en ventaja cognitiva, la ciencia en instrumento de autonomía y el espacio en el escenario donde se define la legitimidad argentina del siglo XXI. 

En definitiva, el país que domine su eje Tierra–Antártida–Espacio no solo gobernará su territorio, sino también su futuro: pensarlo, planificarlo y proyectarlo desde esa dimensión analítica conforma el camino para ejercer una soberanía real, madura y perdurable.

El poder aeroespacial -entendido como la capacidad de un Estado de operar en el aire, el espacio cercano y el espacio exterior- podrá sintetizarse, a partir de una reinterpretación contemporánea del Heartland clásico, en la siguiente premisa:

“Quien domine el espacio aéreo y orbital que cubre el planeta controlará los Heartland emergentes, la esfera informacional y la logística asociada.”

Por ello, esta Doctrina Geoestratégica Aeroespacial Antártica (DGAA) se erige como una construcción teórica en desarrollo, que propone reinterpretar los fundamentos clásicos de la geopolítica a la luz de los nuevos dominios del poder: el aire, el espacio y la información

Desde esta perspectiva, deberá entenderse como los fundamentos de una política de Estado, que contemple el ecosistema aeroespacial antartico -integrado y operacionalizado- destinado a fortalecer la soberanía científica, la seguridad estratégica y la cooperación internacional.