Por Nilda Garré.
Abogada. Ex Diputada de la Nación.
Ex Ministra de Defensa y de Seguridad.
Secretaria Ejecutiva del CEEPADE
El Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa tiene el privilegio de llevar el nombre del General Manuel Belgrano, un patriota ejemplar y un servidor incondicional de la causa de la independencia de nuestro pueblo.
Este 20 de junio es especial porque recordamos el bicentenario de su muerte y, además, como todos los 20 de junio, celebramos también el Día de la Bandera, que él creó.
Por eso, este Bicentenario es un momento más que propicio para reflexionar sobre su pensamiento, de avanzada para su época en muchos temas, su entrega desinteresada, su compromiso con la libertad y la igualdad de todos.
Belgrano ha sido congelado por la historia oficial como creador de la bandera y, sin perjuicio de la enorme importancia de ese acto, su simbolismo y sus implicancias estratégicas, hay muchos otros aspectos muy significativos para analizar en su vida, su pensamiento y su obra.
Cuando regresó de España, después de graduarse como abogado, ocupó el cargo de Secretario del Consulado de Buenos Aires, recientemente creado. Desde ese lugar, puso en evidencia su vocación y su formación en Economía y su convicción en la necesidad de fomentar las actividades productivas y el comercio para lograr el desarrollo y la prosperidad.
Para ese desarrollo, promovió también, con precocidad histórica, la creación de escuelas gratuitas en todo el territorio, algo que se alcanzó en el país muchas décadas después, y para hombres y mujeres, lo que también fue un notable salto en las costumbres de la época.
Insistió en la necesidad de escuelas de agricultura, de dibujo, de náutica, de comercio, que formaran en oficios que permitieran contar con los recursos humanos necesarios para el crecimiento económico.
Belgrano también tuvo un rol activo en la Reconquista y la Defensa de Buenos Aires, en 1806 y 1807, respectivamente, en ocasión de las invasiones inglesas.
Participó en los preparativos del proceso que culminó el 25 de mayo de 1810 con la elección del primer gobierno patrio e integró la Primera Junta, que se eligió ese día y que depuso al Virrey representante del poder monárquico español, lo que consagró el triunfo de la Revolución.
Dado que la provincia del Paraguay se negó a plegarse a la insurrección de Mayo, la Junta decidió otorgar a Belgrano el grado de General y le encargó su primera misión militar: lograr el acatamiento de Paraguay a las nuevas autoridades.
En esta empresa, debe destacarse una perspectiva menos conocida de la trayectoria de Belgrano. Es la vinculada al dictado del Reglamento para la organización de las misiones, instrumento jurídico que evidencia un espíritu revolucionario con ideas muy avanzadas para la época.
En efecto, emitió en primer lugar una proclama a los guaraníes y criollos que habitaban la región –en total igualdad– y, a continuación, redactó un Reglamento que, entre otros puntos, declaraba libres a los naturales de Misiones e iguales a los criollos y a los naturales, establecía escuelas gratuitas de artes y oficios y determinaba, en conocimiento de los abusos que sufrían los trabajadores del lugar, que todos debían cobrar en efectivo, no en vales ni en bonos.
Lamentablemente, este Reglamento revolucionario no pudo ser tratado en los respectivos Cabildos, pero es una muestra más que elocuente de sus ideas pioneras de igualdad, justicia y libertad.
Es especialmente destacable su profundo sentido del deber cuando, sin ser militar, aceptó la enorme responsabilidad de comandar el Ejército del Norte para dar batalla en el más cruento de los escenarios de la guerra de la independencia.
En su etapa altoperuana, logró importantísimos triunfos en las batallas de Salta y Tucumán, que fueron determinantes en la victoria definitiva sobre los realistas.
Con anterioridad, y dando nuevamente muestras de su capacidad estratégica para la constitución de una Nación, izó por primera vez nuestra querida bandera celeste y blanca el 27 de febrero de 1812, e hizo que los soldados del Ejército del Norte le juraran fidelidad como Bandera Nacional el 25 de mayo de ese año.
También tuvo reveses militares en Vilcapugio y Ayohuma , básicamente determinados por la falta del indispensable apoyo que reclamaba en aspectos logísticos y recursos humanos.
Su fecundo diálogo con San Martín y la especial amistad que desarrollaron fueron fundamentales en la estrategia libertadora.
Sus palabras “…sirvo a la patria sin otro objetivo que el de verla constituida, este es el premio a que aspiro…”, sintetizan muy claramente cuál fue su convicción y su compromiso de vida, ideales que no defraudó en toda su trayectoria.
Por esa coherencia, esa integridad, esa valentía y esa entrega a la Patria le rendimos hoy nuestro emocionado homenaje.
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